El Papa anima al pequeño rebaño mongol en la fe, la unidad y el testimonio
Por Cindy Wooden, Catholic News Service
ULÁN BATOR, Mongolia (CNS) -- En una catedral con forma de un ger, el Papa Francisco se reunió con los líderes de la pequeña comunidad católica de Mongolia, dándoles ánimos pero también recordándoles que la fe y la unidad deben estar en el centro de sus vidas.
Sin la oración diaria y el respeto por la estructura y la unidad de la Iglesia, "las fuerzas van menguando y el compromiso pastoral corre el riesgo de quedar en una estéril prestación de servicios, en un sucederse de tareas que se deben hacer, pero que terminan por no trasmitir nada más que cansancio y frustración", dijo el Papa el 2 de septiembre.
En la catedral de los Santos Pedro y Pablo de Ulán Bator, el Papa se reunió con el cardenal Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulán Bator, y con los sacerdotes, religiosos y laicos voluntarios que atienden a los 1.450 católicos de Mongolia y ofrecen educación, asistencia sanitaria, alimentos, alojamiento y otras ayudas sociales a miles de personas.
También asistieron al encuentro monseñor José Luis Mumbiela Sierra, titular de la diócesis de la Santísima Trinidad de Almaty, Kazajstán, y presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, y otros obispos de la región.
Antes de entrar en la catedral, el Papa Francisco fue recibido con un vaso de leche en un ger, vivienda tradicional mongola, situado en el recinto de la catedral. Entró y conoció a Tsetsege, una mujer mongola que sólo usa un nombre, que había encontrado una estatua de María en un vertedero de basura antes de que los misioneros cristianos llegaran al país. Se la enseñó a la primera católica que conoció, una hermana salesiana, y ahora se venera en el interior de la catedral como Nuestra Señora del Cielo.
El padre de la Consolata Ernesto Viscardi, que lleva 19 años en Mongolia, dijo a los periodistas: "Es una gran sorpresa" que el Papa viaje tan lejos para visitar "la comunidad católica más pequeña del mundo", pero también es el "estilo Bergoglio", en referencia al apellido del Papa.
La visita papal atrae la atención del mundo hacia Mongolia, dijo, pero también es una poderosa señal para los católicos mongoles de que forman parte de una Iglesia universal.
Los grandes desafíos para los misioneros católicos en el país, dijo, son: encontrar maneras de conectar con los jóvenes, hacer que la Iglesia sea verdaderamente mongola -- "de lo contrario estaríamos colonizando de nuevo" -- y, por último, seguir sirviendo a los pobres y necesitados, siendo conscientes de que no es la "ONG extranjera" que es a los ojos del gobierno.
El Papa Francisco elogió a los trabajadores de la Iglesia por hacer del amor a los pobres su "tarjeta de presentación", pero aseguró al gobierno y a quienes desconfían de la Iglesia que "El Señor Jesús, cuando envió a los suyos en el mundo, no los mandó a difundir un pensamiento político, sino a testimoniar con la vida la novedad de la relación con su Padre, para que fuese 'Padre nuestro'."
"Los gobiernos y las instituciones seculares no tienen nada que temer de la acción evangelizadora de la Iglesia", dijo, porque la Iglesia "no tiene ninguna agenda política que sacar adelante, sino que sólo conoce la fuerza humilde de la gracia de Dios y de una Palabra de misericordia y de verdad, capaz de promover el bien de todos."
Con misioneros procedentes de docenas de países y tratando de formar una comunidad católica con los católicos mongoles, el Papa Francisco insistió en que "la unidad de la Iglesia no es una cuestión de orden y de respeto, ni siquiera una buena estrategia para ‘hacer amigos’".
La comunión, dijo, "es una cuestión de fe y de amor al Señor, es fidelidad a Él. Por eso es importante que todos los componentes eclesiales se aglutinen alrededor del obispo, que representa a Cristo vivo en medio de su Pueblo, construyendo esa comunión sinodal que ya es anuncio y que tanto ayuda a inculturar la fe".
El Papa Francisco escuchó los "testimonios" de tres personas: un miembro de las Misioneras de la Caridad, un catequista laico y uno de los dos únicos sacerdotes nacidos en Mongolia.
La hermana Salvia Mary Vandanakara contó al Papa cómo llegó en 1998 y vivió entre los más pobres de los pobres, como Santa Teresa de Calcuta enseñó a sus hermanas. Una de sus primeras actividades fue organizar clases para niños que corrían el riesgo de no terminar la escuela, dijo. Uno de esos niños es ahora sacerdote.
El sacerdote, el padre Peter Sanjaajav, dijo al Papa que su visita dice a los mongoles que Dios "está al lado de la gente, al lado de nosotros, los mongoles. Es maravilloso comprender que Dios está tan cerca de nuestra vida cotidiana".
Y Rufina Chamingerel, una trabajadora pastoral laica, dijo al Papa que la joven iglesia de Mongolia -- que se abrió a los misioneros sólo en los años 90, tras décadas de represión comunista -- "está en esa fase típica de los niños que preguntan constantemente a sus padres muchas preguntas".
Los católicos de Mongolia se alegraron el año pasado cuando el Papa Francisco nombró cardenal a su prefecto apostólico, monseñor Marengo. Pero no sabían lo que era un cardenal.
Dio las gracias al Papa Francisco por el actual proceso para el "sínodo sobre la sinodalidad", que, dijo, está dando a los católicos locales, especialmente a los catequistas y otros agentes de pastoral, la oportunidad de descubrir "la verdadera naturaleza de la Iglesia".
Chamingerel también dijo al Papa que cree que los católicos mongoles "son muy afortunados" de que no hay muchos catecismos u otros materiales educativos católicos en su idioma local, "pero tenemos muchos misioneros que son libros vivos".